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[De la calle Desengaño a la calle Acuerdo]

Esta noche
en la calle Desengaño
me contó la verdadera historia de Narciso
y le creí, pues tal era su nombre
con acento extranjero pronunciado
desde la embriaguez, el rostro enjuto
me pregunta el mío y se lo niego
mientras estrecho su mano
y le doy el fuego que me pide
él me regala, sin a cambio, su relato

Lágrimas de meretriz surcan su rostro
riegan las flores, amarillas
con volantes se reflejan en el mío
escote de palabras
surgidas de la soberbia del poeta
sin límites
del chulo adinerado en palabras
surgidas de sentimientos ajenos
en el arrabal de los despojos
que alimentan su lascivia de dolores
innombrables
insaciable de lo que no puede sentir
clava sus alfileres y sus púas
atesora su sangre en almadraba
su desgarro de delfín entre las redes
acapara las horas todas
de sus noches y sus días
y hasta el aire que respira
que ahora es humo
las lágrimas que bebe
el engaño que mastica

Marchita pétalos que arranca
y absorbe su olor y sus colores
hasta dejarlas sin ojos
deshojadas y negras
rabiosas, resentidas, irritadas
fuera de sí las órbitas
del tamaño de un planeta
asombradas las retinas

Si demuestra ser así con el amigo
qué horrores aguardarán al enemigo!
Es su juego, las cartas escondidas
bajo el mantel en que tiende
como ajenos sus manjares

De su fango múltiple y taimado
dragones y serpientes fulgen
salpicando sus venenos enraizados
y surgen de su boca, entre perla
talismán y azabache regalados
los aceros templados en sus filos
los ácidos líquidos que inyecta
en los previamente abiertos poros
de la víctima, ahora dilatados

Cambia de forma entonces y mil veces
y se gana de nuevo la confianza
es tan fácil, corazón enamorado
y surgen de su boca, entre perla
talismán y azabache regalados
los aceros templados en sus filos
los ácidos líquidos que inyecta
una vez más y mil veces los poros
ignorantes abrasados

Y ella a qué decrepitud
a qué grado de locura
podrá será arrastrada
en esta vía sin retorno
infectada ya la sangre
con sus vinos dulces
entre azufre sazonados
rastreando sus huellas
por todos los confines
recogiendo dispersas gotas
de cada cepa catando
olores y sabores
perdido ya su rumbo
va vomitando las palabras
que escribe ciega, escribe
mientras camina las aceras
y desemboca no sabe cómo
habrá llegado allí, la calle
Acuerdo, aquél portal de letra I
que no era su destino

Y al final de la noche
olvidada del lago, el reflejo
toma su puñal de plata y ámbar
mano izquierda, lo trueca luego
se mira, en espejo atraviesa
al vampiro que la habita
mientras piensa: —será más propia
esta astilla de metacrilato—
para su corazón de plástico
y acierta


lisi prada

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